Por: Diego Riveaux Marcet/ Seremi del Medio Ambiente RM
Cuando se inicia la temporada estival, existen 3 situaciones que se repiten año a año en la Región Metropolitana: el aumento sostenido de las temperaturas, la migración de sus habitantes hacia zonas costeras o más húmedas, y la ocurrencia de incendios forestales.
Lo cierto es que el aumento de las temperaturas y la sequía –condiciones provocadas por el Cambio Climático- que afecta la Zona Central de Chile, han incidido en la última década en la propagación de los incendios de gran magnitud tanto en frecuencia como en áreas quemadas y temporalidad.
Esta situación lamentablemente no solo ocurre en nuestro país, los megacincendios –siniestros que abarcan un área mayor a 10 mil hectáreas- han provocado a nivel mundial graves deterioros ambientales además de la pérdida de muchas vidas humanas e infraestructura local, dado que muchos de estos eventos se producen en zonas mixtas urbano-rurales.
Es de todos sabido que la actividad humana es la causa principal de estos incendios, ya sea por descuido o negligencia de las personas, y otras tantas por acciones delictivas propiamente tal, por lo que la mejor manera de prevenirlos es mediante la educación, prevención y fiscalización.
En ese contexto, como Ministerio del Medio Ambiente hemos fortalecido el trabajo colaborativo entre los distintos servicios dedicados a su prevención y combate. Además desde hace varios años hemos impulsado la educación ambiental respecto del daño que estos siniestros provocan al planeta, de manera de generar comunidades más comprometidas con el cuidado del medio ambiente y que estén mejor preparadas para prevenir, combatir y mitigar eventuales emergencias forestales.
En nuestras Escuelas Sustentables, que cuentan con Certificación Ambiental SNCAE, se ha promovido en los niños y jóvenes el impacto negativo que conllevan estos incendios sobre la biodiversidad de la flora y fauna alojada en los bosques, cuencas hidrográficas y sectores afectados por los siniestros. Hemos descubierto que cuando se aterriza el conocimiento a la realidad local, es más factible producir cambios de conducta y promover mejor las recomendaciones para evitar los incendios forestales.
Pero, esto es una parte de la solución al problema. Por otro lado, sabemos que tenemos que impulsar un trabajo a nivel de instituciones públicas y privadas en orden de contar con una gestión preventiva para evitarlos y una reactiva para su combate y mitigación.
En ese sentido, estamos promoviendo como Estado de Chile mesas de trabajo que nos permita fortalecer la normativa de ordenamiento territorial y otras herramientas para su protección mediante adecuados sistemas de detección y control, además del manejo de la vegetación que puede presentar condiciones adversas para la propagación del fuego.
En ese contexto, se está trabajando con el Sector Forestal en la gestión silvícola, es decir, en el ordenamiento o eliminación de la vegetación viva o muerta y de los residuos y desechos vegetales que deja esta actividad, para evitar que se produzcan incendios y que, en caso de iniciarse, puedan retardar su propagación y mitigar los daños.
También se ha realizado un trabajo preventivo con los otros sectores productivos relacionados en orden a promover la implementación de buenas prácticas en sus cultivos agrícolas y ganaderos, además de un mejor manejo de la vegetación combustible para evitar la propagación sin control de los siniestros. Y no podemos dejar de mencionar el trabajo coordinado que realizamos con la Red de Santuarios de la Naturaleza, quienes durante la temporada de incendios refuerzan las medidas de vigilancia con la operación permanente de sus torres de vigilancia de incendios, además realizan la construcción de cortafuegos y participan de las capacitaciones preventivas que realizamos con CONAF en esta materia.
Otro sector que debiera incorporarse en este trabajo es el de la Construcción porque producto de las necesidades habitacionales, muchos proyectos inmobiliarios se están emplazando en áreas naturales poniendo en riesgo la conservación de la biodiversidad de éstas, y por otro lado, hemos detectado que el Cambio Climático y el estrés hídrico ha provocado que el follaje de los árboles se deseque más rápidamente convirtiendo a las plantas en biomasa seca altamente inflamable, por eso en estas zonas inmobiliarias además debiera fortalecerse el manejo vegetacional, entre otras acciones mitigatorias y de preparación.
Según datos del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) en la última década hubo en Chile 16 megaincendios que destruyeron más de 440 mil hectáreas de bosques y vegetación nativa, un 82% de ellos ocurrieron en la Zona Central del país, donde se aloja el Ecosistema Mediterráneo que es el hábitat de cerca del 50% de las especies de plantas y vertebrados endémicos de Chile, razón por lo que fue catalogado como uno de los 34 Hot-Spots de Biodiversidad existentes a nivel mundial, dado que es un área que concentra un gran número de especies endémicas las que se encuentran gravemente amenazadas por la pérdida y degradación de su hábitat.
Si bien el fuego es parte de la dinámica natural de algunos hábitats no es menos cierto que los incendios de gran magnitud provocan un detrimento mayor ya que el fuego modifica los ciclos biogeoquímicos, produce cambios en la vegetación, suelo, fauna, procesos hidrológicos y geomorfológicos, calidad de las aguas e incluso cambios en la composición de la atmósfera, por eso es muy relevante su prevención y mitigación, una vez ocurridos.
Cómo no recordar los incendios ocurridos entre noviembre del año 2016 y el verano del 2017 en la Región Metropolitana que dejó 50 mil hectáreas quemadas, 35 mil de ellas en 8 sitios prioritarios afectados, y 2 en las áreas protegidas del Santuario de la Naturaleza Quebrada de La Plata y la Reserva Nacional Roblería de Los Cobres de Loncha. Frente a este gran desastre como Seremi del Medio Ambiente RM hemos estamos trabajando en la restauración de las formaciones vegetacionales de estos sectores, únicos del país y de gran escasez, mediante los Planes de Compensación de Emisiones (PCE) y el Fondo de Protección Ambiental (FPA).
Pero, ese no es el único daño. Los siniestros forestales han provocado fuertes impactos en la calidad de vida de los seres humanos y sus bienes, produciendo pérdidas millonarias en las comunidades que se han visto afectadas por ellos. Hoy se sabe que un incendio si no se combate oportunamente tiende a propagarse descontroladamente superando la capacidad reactiva y efectividad del combate por parte de los organismos encargados de su control como CONAF, Onemi y Bomberos, y de aquéllos que prestan apoyo como las áreas forestales de Carabineros y PDI, y las de emergencia comunales.
Frente al contexto que se espera para las próximas décadas de una mayor incidencia en la ocurrencia de megaincendios se nos hace urgente entonces promover más educación ambiental y establecer políticas de planificación territorial y normativas que regulen la expansión urbana, ya que más del 60% de los incendios se originan en zonas de interfaz urbana-forestal, y de la industria forestal, por lo tanto hay que revisar las estrategias y políticas preventivas y de mitigación de los impactos negativos de los incendios.
Por ello, hoy cobra mayor relevancia la conformación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), que como Ministerio estamos impulsando, y que nos permitirá agrupar las responsabilidades y protección de todos los ecosistemas del país, y contar con instrumentos económicos y humanos que fortalezcan los instrumentos que permitirán hacer frente a las principales amenazas que hoy enfrenta el patrimonio natural, entre ellos, los incendios forestales, uno de los mayores agentes de degradación de los ecosistemas existentes en el mundo.